3/30/2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - PAISAJES Y COSAS DE CASTILLA- EL SANTO DE VALDECARROS





En uno de los capítulos del libro Paisajes y cosas de Castilla de José Sánchez Rojas, publicado en 1919, encontramos un personaje que nos llama la atención: 
El Santo de Valdecarros.
El autor dedicó este texto a Juanito Montero
Copio:

EL SANTO DE VALDECARROS
pp.33 a 38
«Apenas despunta el alba, cuando, encapotado en la fuerte manta palentina, subo al rucio matalón del médico. Llueve. Las herraduras nuevas del caballote, al machacar los chinarros de la calle, levantan chispas á su paso. La campana de las carmelitas tañe sonoramente. La diligencia, tropezándose como un beodo, suena su herraje roto camino de la estación. Y todas las campanas de la vieja villa, saludando al bronce carmelitano, prorrumpen en alegre algarabía; primero, la campana de San Pedro, doctoral y grave; la de San Juan después, sonora y viril; la de los Padres, la última. Las cosas van recobrando sus contornos, y se disipa poco á poco la tinta azul del telón mañanero. 
En la Puerta del Río, junto al Tormes, á los pies de la torre del homenaje de los Duques, va un labriego en su carro. Curte su rostro el frío. Con la aijada en lo alto, el hombre va cantando con voz gangosa:


Esquilones de plata,
bueyes rumbones:
¡éstas sí que son prendas
de labradores!

Mi amigo y yo llevamos al paso los jamelgos. Salimos de la villa. La cinta de plata del claro río que cantara Garcilaso, remata á lo lejos, cabe las nevadas montañas de Béjar. El río defiende su curso en semicírculo. Murmura lentamente su canción de quietud. El pueblo, de lecho de pizarra, «alto de torres,  pero de muros bajo», se agazapa á la sombra del castillo grietoso. Unos chopos aguantan á pie firme la helada; del castillo son guardianes seculares. Entramos en la dehesa comunal. Las ruinas del convento de San Leonardo, vistas á la madrugada, son de un singular hechizo. Una cabra muerde la hierba en lo que fué coro de la iglesia. Junto al espléndido patio gótico, tendido en una manta, reposa un gañán; su cabeza descansa en un saco de paja, que sostiene un medallón que cayó á tierra desprendiéndose del hueco. Y seguimos nuestra caminata. Las cuestas de Galiana esconden ya la villa; estamos en la llanura parda, ante los surcos infinitos y quebrados. Un puebluco de adobes se ampara al calorcillo de un monte: Varales. Nuestros caballos trotan escandalosamente por las vías del lugarejo, y tornamos á salir á la llanura: ni un regato, ni un árbol. En estas veredas, holladas en sus peregrinaciones por Teresa de Jesús; en estos vericuetos, donde escondieron su dolor los franceses después de las derrotas de Arapiles y de Garcihernández; en estos rincones, que cantó el anónimo juglar del Romancero con las 
andanzas de Bernardo el del Carpio y del Moro el del Arapil, la tierra parda adopta un tono ceñudo, adusto, hosco, casi trágico. Se nos antoja que asoma la cabeza el Cid, montado en Babieca, junto al leal obispo don Jerónimo, ó que aparece en la cuesta Don Quijote, caballero en Rocinante, á la vera del burro respingón y nervioso del buen Sancho
Mas todo es con efecto de espejismo. En dirección opuesta á la nuestra vienen un cura alto y el albéitar del lugar, panzudo y socarrón, que marchan á Alba a yantar, pues un misacantano celebra su misa nueva. Detenemos las cabalgaduras. Temblando de frío, cambiamos el socorrido cigarrillo.
-¿Conque á Valdecarros?
-Sí; á Valdecarros- respondemos.
-¿Y está el Santo?- pregunto al presbítero?.
-Sí; allá dejé al tío Roque. Cuidado con preguntarle nada, ¿eh? Si husmea que usted va con malos fines para sacarle en los papeles, su boca se cierra á cal y canto. 
Y luego, en una exclamación suelta, donde hay sus posos de picardía y sus migajas de compasión, añade con voz sonora: 
-¡Estos literatos!...
Nos despedimos. Cuestas y más cuestas. Desgarra el sol la neblina. Cuando queremos gozarle, nos empotramos en un barranco. Resbala mi caballejo y se repone con presteza. En lontananza, Valdecarros.
Es un pueblo como todos los pueblos de Castilla. Más pelado, más seco, más árido que todos juntos. Descubrimos sus casucas, las tenadas de los corrales, los portalones enjalbegados. Las casas de los primates están pintarrajeadas de colores vivos y chillones. La iglesia inicia una plazoleta castiza. Forman un lienzo la casa rectoral y la mansión de un pudiente, y los portales de la alhóndiga el lienzo opuesto. 
Nos esperan junto á la iglesia. Asistimos á la toma de posesión del médico. Casi procesionalmente, de un modo formal y ceremonioso, marchamos con la comitiva al Concejo. Se celebra sesión inaugural. Léese el acta «de la anterior». Los forasteros nos calentamos al brasero del cabildo. Nos ofrecen pitillos de las enormes petacas de cuero. El teniente luce flamantes botones de oro en la rizada pechera; el alcalde viste impecable chaquetilla de terciopelo; un pavero flamante el secretario. Cambiadas las firmas entre el titular y el Concejo, salimos después, con cierto aire de jerarquía, á casa del alcalde, de corrobla.



El Santo de Valdecarros 

Desfilan los notables. Y llega el tío Roque, el Santo del pueblo, escuálido, flacucho, alto como aijada de picar bueyes, grave como héroe de Calderón que anduviese en litigio con la buena fama espiritual, como aquel San Francisco del Greco, en que la amplitud de la túnica deja adivinar la flaqueza y flojedad de la carne, que apenas palpita debajo. 



centenes
*Ley – 900 milésimas.
*Peso – 8,38 Gramos. ( puede haber  variación en el peso).
*Diámetro – 22 mm.
*Canto: Estriado




Media onza-Carlos IV-1791


Viste de charro  el Santo; el sombrero, cónico, juega con timidez entre sus dedos huesosos y largos; los botones del cuadrado chaleco, que antes fueran centenes y medias onzas, son hoy rodajas de hojas de lata; de estameña parda es el paño de la vestimenta; las medias, de grueso algodón, deben de picarle la piel, amarilla y flaca. El buen Roque es la admiración del pueblo. De mozo rondó como todos, cortejó en las verbenas, amó á la lumbre de los escaños, repicó con los nudillos de los dedos la puerta amiga, puso flores silvestres  -con matas de tomillo y de mejorana- en el ventanuco de la moza garrida. Pero Roque era de la madera de los místicos. En la alacena de la cocina tenía la vieja Biblia de los abuelos, el Quijote, el Año cristiano, de los abuelos también. Picó en letrado y se dió á la lectura con fervor. Acaso el monje benedictino abrió los ventanales del espíritu del tío Roque, encarándole con el cielo, con este cielo que él ve todos los días platicando con la llanura en toda su infinitud; acaso los desengaños del ardiente sultán asiático quebraron los propios sueños; tal vez aquel retorno de las mujeres que á la salida del pueblo del Toboso inspiraron sensatas consideraciones al socarrón de Sancho, le llevaron á sospechar que las Dulcineas no son más que parte de la fantasía de los andantes caballeros. Lo que fuera, Roque lo sabe y yo lo sospecho. ¿Amores desgraciados? Tal vez. Sólo la desventura es fecunda para el ánimo fuerte, y manantial de consuelo. ¿Anhelo de gloria? Acaso. Márchase el placer cuando se busca; torpe cosa es el deleite una vez satisfecho. Solamente la gloria llena el corazón donde no se incuba la ruindad. Ello es que Roque dejó la reja por la confesión, la novia por el padre de almas, el palique del sereno por el áspero examen de conciencia: «Si quieres seguirme  -leyó en el Evangelio, Roque-, deja tus riquezas y toma mi cruz.»


Año cristiano

Y tomó la Cruz del Señor, Roque. Heredó de sus padres seis mil duros. Repartiólos en limosnas secretas y calladas. De amo pasó á criado de labranza. En su rostro hay siempre una chispa de alegría, de equilibrio, de serenidad. Recientemente, por cuenta del Concejo, que le daba peseta y media diaria, limpiaba una charca del lugarejo, con los pies en el agua todo el día. Y recuesta su cabeza, no en blanda almohada, sino en dura piedra. Y deja los romances de los ciegos y los papeles de la ciudad, por los versillos del Evangelio y del Kempis. Y como buen Santo, fiero enemigo del pecado, es blando y tolerante para los pecadores. Como San Francisco, desea el tío Roque que se inunde la tierra en un baño de piedad y de amor. 
Invitan al tío Roque á la corrobla y le ofrecen vinillo de la cosecha nueva; niégase el tío Roque. Le ofrezco un pitillo, y tampoco acepta. Quiero que hablemos de él, y rehusa el tema. Su anhelo es pasar inadvertido, no ser blanco de las miradas de las gentes.
- Tío Roque- le pregunto-, ¿por qué dió usted su dinero a los pobres?
Sencillamente, como quien refiere un incidente vulgar, replica el tío Roque á la puerta de la casa del alcalde, despidiéndome:
-¡Porque Dios lo manda!
Y, esquivándose, añade:
-Y salude á su señor padre y con él goce de bienandanzas para muchos años. 
Y con aire señorial, ofreciéndome su diestra, añade los tópicos de la buena crianza de la tierra:
-Ya sabe donde tiene un amigo y una casa, con fina voluntad.»


Este texto apareció publicado en:
LA BASÍLICA TERESIANA - (15-5-1912)
LA VANGUARDIA-p.8 - (10-4-1913)- (El tío Roque)
LA CIUDAD (24-8-1912)
EL SOL: 12-11-1918 (*)  
LA LIBERTAD (25-1-1923)

(*) Del libro en prensa 'Paisajes castellanos' 


A modo de explicación

A veces se tienen encuentros que nos parecen casi mágicos. Llevaba un tiempo pensando en 'El santo de Valdecarros', y creía que el personaje era una invención de José Sánchez Rojas.
Debo decir, que cuando vi el retrato, "le reconocí" enseguida , y comprobé la fidelidad de la descripción del escritor albense en este relato. 

Agradezco la postal que muestra 'Todo coleccion' en la Red, que además de producirme una gran alegría, me ha permitido el poder dejar constancia en esta entrada.

En el texto, me había llamado mucho la atención, cómo Sánchez Rojas recogía las palabras de la despedida, que llevaban música: 

“Ya sabe dónde tiene un amigo y una casa, con fina voluntad" 
Continuará
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He buscado la canción Esquilones de plata, por 'Gabriel Calvo y la Fabulosa Retahíla'
pero no hay nada en YouTube. 
Por tanto,
Enlazo esta versión, que coincide con la que recordaba. Si bien sus intérpretes sitúan la letra en Cantabria.  

https://www.youtube.com/watch?v=LcwNkUytoR8
..."¡éstas sí que son prendas
de labradores!"

3/26/2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - LOS HÉROES DEL CRISTIANISMO-SAN FRANCISCO DE ASÍS

 CRÓNICA(2-8-1931)
Artículo de JORGE DE ALBA (José Sánchez Rojas)


«QUIÉN no conoce, en este risueño pueblecito de la Umbría, a Juan, llamado también  «Francisco» o «el francesito», hijo de Bernardone y de la señora Pica de Bourlemont? Es un iluminado el muchacho; da, desde niño, cuanto tiene a los pobrecitos; va cantando por las calles canciones de amor y de paz; es amigo de los pajarillos y de las flores; sonríe a la vera de los regatos y de las fuentes. De su nacimento se cuentan cosas muy extrañas en Asís. Su madre lo parió en las afueras del burgo; un peregrino le tuvo en sus brazos; otro peregrino, forastero también, lo bendijo, dejando en sus hombros, bien marcada, la señal de la cruz.
Juan, llamado después Francisco, es tan sensible como una damisela. Impresionable siempre, el espectáculo de la bondad o de la belleza le conmueve hasta el extremo de hacerle reír o de hacerle llorar. Se levanta con el alba para ver salir el sol; la hora del tramonto le sorprende en el campo. Siempre va solo; habla consigo mismo; de sus ojos se desprende un fulgor extraño de alegría. Ama las mujeres bellas y se complace de su trato y familiaridad; sus amigos son los chicos más apuestos y distinguidos de la ciudad; los bienes de fortuna del señor Bernardone le hacen pródigo y generoso. Pero un día tropieza con un miserable leproso en el camino; le socorre y le abraza. Su vocación está trazada ya. Visita en penitencia el sepulcro del apóstol Santiago. En Asís, a su retorno, conságrase a la oración en la rústica ermita de San Damián. A su padre le toma dineros y géneros de comercio para reedificar la ermita. Bernardone le denuncia ante la autoridad del obispo, y el hijo se despoja de cuanto su padre le había dado, incluso de sus vestidos. Se hospeda en el hospital, entre pobrecitos de Dios, y les sirve de criado y enfermero...Junto a San Damián, levanta, mendigando de puerta en puerta, dos ermitas más: la de San Pedro y la de Nuestra Señora de los Angeles, llamada también la Porciúncula. Sus paisanos le toman por loco.
Francisco medita y ora. Unas palabras del Evangelio se le graban en el corazón: «Predica el reino de los Cielos. No quieras oro, ni plata, ni dinero. Viaja sin alhajas. No tengas dos túnicas. Prescinde del calzado. No lleves nunca bastón.» Desde entonces se toca con burda túnica; del cuello le pende una cuerda; sus pies conocen las heridas de todos los guijarros del camino. Doce hombres se unen a él: son de corazón sencillo y muy simples; temerosos de Dios, reparten todos sus riquezas y se desposan con la pobreza. Juntos marchan a Roma, para solicitar la bendición del Papa. Inocencio III funda de esta suerte la Orden franciscana.
Pobrecitos llama la gente a estos frailucos sencillos y humildes; a todos los lugares llevan la buena nueva; el pueblo les ama y les socorre. Cristo vuelve a la tierra en estos hombres iluminados y ardientes. Durante unos años predican el Evangelio; luego se recluyen en sus celdas de la Porciúncula. San Francisco es la palabra y la canción de estos pobrecitos. No saben de rencores, ni de envidias, ni de temores; aman todas las cosas con un supremo amor; son pacientes, son resignados, alegres y poetas. Los hermanos menores se multiplican en Italia y después en Europa. No solamente buscan a Cristo los hombres; también las mujeres. La dulce Santa Clara es la musa sencilla de estos varones ejemplares. Un día que Clara reparte el pan a los pobrecitos, resplandece una cruz luminosa en los panes.
Vive la Orden sus días gloriosos de leyenda áurea. Los lobos se detienen al paso de Francisco. Los peces salen a las superficie de las aguas para oirle. Las aguas de los regatos cantan para acompañarle en su oración. Por España predica la pobreza nuestro Santo. Visita Galicia. Se detiene en Burgos. Ciudad Rodrigo conoce las huellas de sus sandalias sobre la calzada merítense. En Barcelona le acogen los cancelleres y le siguen las turbas. En Vich apaga su sed en aquella fuente que evoca Mossen Cinto:

y prorrumpe luego en un cantar dulcísimo. En Roma asiste al Concilio de Letrán ( 1215) y se hace amigo de Santo Domingo, muerto después en Bolonia.
Con el Capítulo de las Estevas, el franciscanismo adquiere carta de naturaleza en toda Europa. Francisco visita después Siria, Palestina, Jerusalén. Del gobierno de la Orden se encarga fray Elías. Francisco, con su hermano Jesús, «la ovejuela», se retira del mundo: En la soledad le nacen alas al pobrecito.
Un día, sus hermanos, atónitos, le oyen su himno al hermano Sol. Otro día canta al agua, porque es limpia, y clara y casta. Sintiéndose morir, llama a su seno la dulce hermana Muerte. Sobre el suelo, cubierto de ceniza, recibe el beso de la hermana el 3 de Octubre de 1226. Su cuerpo quedó depositado en la iglesia de San Jorge. Dos años después le canonizaba Gregorio IX. En la preciosa basílica de Asís, construída por aquellos años, quedó el sagrado depósito de su cuerpo.
¿Cómo era Francisco? Tomás de Celario nos cuenta que «era de suave y apacible trato. Muy cortés. Su mirada era dulce y sus palabras estaban impregnadas de bondad; grave y mesurado en el consejo, fiel a toda prueba de discreción, guardador de secretos…Su espíritu vivía en plena calma.»  El cardenal Ugolino describe su figura «como pequeño de estatura; tenía la cabeza redonda y medianamente grande, la cara algo prolongada y ancha, la frente tersa y pequeña, los ojos proporcionados y negros, de mirada atractiva; el cabello, casi negro; las cejas, rectas; la nariz, afilada y estrecha; pequeños y delgados los labios; la barba, negra y no muy poblada.» Y completa así este retrato, ya clásico, del Pobrecito: «Era de muy pocas carnes. Dormía harto poco.Era humilde y apacible con todos. Era santo entre los santos, y ante los pecadores se presentaba como el más ruin pecador.»
JORGE DE ALBA 

Ilustraciones

Sacro Convento y Basílica de San Francisco de Asís


San Francisco de Asís . Talla de Pedro de Mena, (1663que pertenece al tesoro de la Catedral de Toledo.


En la silueta, San Francisco de Asís. Talla policromada de Francisco Asorey.
 
https://www.youtube.com/watch?v=-sgeltDynGk

Aplec Sant Francesc s'hi moria (Vic)

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https://www.youtube.com/watch?v=MymbYDosunY
película: Hermano Sol, Hermana Luna (1972)- (Zeffirelli)
actores :Alec Guinness (Papa Inocencio III ) -Graham Faulkner (Francisco de Asís)
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A modo de explicación

José Sánchez Rojas, firmando como JORGE DE ALBA
 hizo para CRÓNICA
una serie de artículos bajo el título:
 'Los héroes del cristianismo'. 
Así, en meses sucesivos del año 1931, fueron apareciendo después del que
hemos visto dedicado a San Francisco de Asís,
sus escritos sobre:



 SAN FRANCISCO DE BORJA (22-11-1931)
...
Continuará 

Para saber más de JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS

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MIS BLOGS:


3/24/2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - CUENTO DE NAVIDAD 'FRAY SIMPLE'

"Y caminaban por las vereditas de Asís el siervo de Dios, Francisco, llamado el Pobrecito, y su hermano en pobreza y humildad, fray Maseo, é iban hablando los dos de la perfecta alegría.
Y decía Francisco:
-Y no consiste la alegría en poseer los tesoros de los ricos ni los secretos de las ciencias.
-¡No, ciertamente, Francisco!
- Ni en el goce de los placeres de la carne, sino en el placer de sufrir por el Señor Dios.
-¡En eso estriba, Francisco!
- ¡Mira, Maseo! Si ahora llegásemos á nuestro convento de Santa María de los Ángeles y nos mordiesen y ladrasen los perros hambrientos, y nuestras vestiduras se cubriesen de nieve, y las rasgásemos en las malezas, y al llegar al convento el hermano guardián nos echase á golpes de la casa de los Pobrecitos, y nos apalease y denostase, y nosotros pasáramos la noche á la intemperie, completamente seguros de que por la boca del guardián hablaba el Señor Padre Jesucristo, y llevásemos con paciencia tan pequeñas privaciones pensando en las amarguras del Calvario y de la Cruz, di conmigo, ¡oh, hermano Maseo!, que en eso estriba la perfecta alegría.
Y caminando así por las veredas los dos Pobrecitos, encendidos en pláticas de amor á Dios y á los hombres, acertó á pasar junto á ellos un mozo que llevaba una carga de leña en un borrico. Caminaba muy largo: hacia Florencia. Había oído el diálogo de los Pobrecitos y se mofó de sus palabras.
-¡La alegría, hermanos -díjoles-, consiste en tener mucho oro!
-¿Así lo crees, mozo?
-¡Así lo creo, Padre!
-Te engañas. El oro trae las guerras, las pestes, las hambres entre los humanos. Y quita al que lo tiene la paz para el resto de sus días.
El mozo se llevó el dedo índice á la frente, como para indicar que el Pobrecito estaba loco.
Después, viendo su sencillez y su humildad, dialogó con los dos Menores. El mozo era huérfano y no tenía pan que llevar á la boca ni lecho donde guarecerse. Cobraría en Florencia unas monedas de cobre por su carga y tornaría, al anochecer, otra vez al campo, buscando, para reposar, con el cobijo de los árboles, la mullida alfombra de los maderales.
-¡Si yo tuviera oro…! -suspiró el mozo.
-Pues lo tendrás, hijo mío! Y cuando, harto de él, busques la paz de corazón, acude á nuestro convento de los Angeles, donde gozarás, al fin, de la perfecta alegría.
El mozo y los Pobrecitos se separaron.
El mozo entró en un bosque, sacó su humilde refacción de las alforjas del asnillo, bebió del agua clara de un regato y se quedó dormido. Al despertar advirtió que á su lado brillaba y relucía una piedra grande donde se reflejaban los rayos del sol. Era un enorme pedrusco de oro macizo que se le ofrecía al alcance de la mano. Con gran cuidado lo envolvió en una arpillera y lo metió en la alforja. No podía respirar ni reposar de codicia. Arreaba al burro, y miraba á todas partes esperando que alguien le robase la piedra. Llegó á las cercanías de Florencia poco después de las tres, y hasta que no fué de noche no entró con el asnillo por el Puente Viejo. Tenía fiebre; sus ojos relucían; las piernas se negaban á moverse. Penetró en una hostería de la calle de los Zapateros y se cerró con llave en una pobre estancia. No pudo conciliar el sueño en toda la noche. Un sudor de angustia le bañaba la frente; el ruido más pequeño se le antojaba pisadas de ladrones y facinerosos que echarían abajo la puerta, le robarían el tesoro y le matarían sin piedad. Las luces del alba le dieron mayor sosiego. Muy temprano acudió á casa de un rico banquero judío, que, al ver la piedra, no supo disimular su alegría. A cambio de la explotación de la riquísima veta entregó al mozo hasta quinientos ducados de oro y un recibo en regla de guardar en depósito el preciado pedrusco, que valía hasta diez mil ducados más. El mozo vistió ricos paños, comió carnes sabrosas en hosterías donde acudían los señores, miró amorosamente florentinas morenas que le correspondieron con pasión en las mancebías. Pero el mozo perdió la paz de corazón. Asociado con el banquero que le guardaba en depósito la preciosa piedra, ganó grandes sumas de oro, tuvo un lindo palacio junto al de la Señoría, compró un jardín para su solaz en el recreo de la tarde, casó con una preciosa florentina, de nombre Yolanda, que le amó apasionadamente y que le dio un hijo rubio como los trojes del trigo en el verano. Pero el mozo perdió la paz de corazónSu mujer, que era la dama más hermosa de la Ciudad, murió al darle su segundo retoño, y el primogénito subió al cielo á consecuencia de unas fiebres malignas. El viudo lloró sin consuelo, y para olvidar su dolor emprendió nuevos negocios. Y fueron fabulosas sus ganancias. Su corazón se endureció como si fuera de la naturaleza del rico metal que le había dado bienandanzas materiales, y prestó sumas importantes á los de Siena y á los de Pisa, á los mercaderes genoveses y venecianos y hasta el mismo Papa de Roma, que le hizo conde y caballero. Encanecieron sus cabellos, se apagó su salud, enflaqueció y se tornó viejo. Y el hombre perdió la paz de corazón.
Y un día de Navidad atravesó el Puente Viejo, tomó la calzada de Asís y penetró en el bosque. Una cara celestial de una mujer casi niña que tenía un precioso bebé en los brazos le pidió una limosna con voz cantarina. El corazón del negociante advirtió una sensación muy dulce y abandonó su bolsa á la Señora, cuya faz él había visto en los altares de la ciudad. Tenía fiebre la Señora, y él tornó á la ciudad en busca de drogas y de alimentos para curar su mal. A la vuelta acarició los cabellos del niño, y la guapa Señora le sonrió con dulzura. Aquel hombre, que no había llorado mientras era rico, vertió abundantes lágrimas de ternura y de amor por los pobres y por los desvalidos y por los humildes. Y de rodillas ante la Señora, rezó las plegarias de la infancia. La divina visión había desaparecido del bosquecillo toscano. Arrebujándose en una manta, quedó dormido. Y al día siguiente llegó al Monasterio de Asís. Había muerto Francisco; pero quedaban los Pobrecitos, sus hijos. El mercader fue recibido en la comunidad con el nombre de fray Simple. Y fué fraile ejemplar de muy santas y honestas costumbres y de gran limpieza y rectitud de corazón. Su patrona fué Santa María, y á la dulce Señora se encomendaba siempre con alegría y con fervor. Cuando murió á los doce años de haber abrazado la estrecha regla de los Pobrecitos, una Señora muy bella con un niño le sonreía en la cabecera de su camastro. Los Pobrecitos, embobados y suspensos, presenciaron la dulce muerte del pecador. Lo que, para loanza de la perfecta alegría y para la edificación de los Pobrecitos, contamos nosotros á mayor gloria del Señor Jesucristo y de la Señora Santa María."

A modo de explicación
Aunque no estemos en Navidad, se me ha ocurrido preparar este post,
Mi próxima entrada, será un artículo del escritor albense,
 de la serie 'LOS HÉROES DEL CRISTIANISMO', título: SAN FRANCISCO DE ASÍS. 
que también apareció en CRÓNICA, el 2 de agosto de 1931, día de Nuestra Señora de los Ángeles.
Continuará
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Enlazo de YouTube:


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3/06/2016

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS -EN UN LUGAR DE LEÓN: MILLARÓ


Libros de Julián Moreiro Prieto
entre algunos de Sánchez Rojas

Julián Moreiro Prieto, en su correcto libro:  JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS,CRÓNICA DE UN CRONISTA,  dice:
p.61:[...]"Entre tanto, "Pilarín"(1) se ha casado con Eloy Santirso, maestro nacional, y se lleva a doña Romana a vivir en Millaró, pueblecito de la provincia de León.  Pepe, sabedor de las dificultades económicas de su cuñado, escribirá con frecuencia anunciando un momento que nunca llega: el de ofrecer a su madre "una vida de reina" en Madrid. Siempre faltan pequeños detalles, solamente...Pero ya doña Romana sospecha que aquel hijo, del que ni siquiera conoce su paradero a ciencia cierta, no logrará jamás hacer carrera."

 p.80..."Salvo las épocas veraniegas, en las que viaja por Castilla y Andalucía y visita a su madre en Millaró, Sánchez Rojas reside en Madrid hasta los últimos meses de 1930, sin domicilio fijo. Y sin norte."

p.85
El invierno de 1930 casi termina con las escasas fuerzas de Sánchez Rojas.
[...]Pero Sánchez Rojas decide reposar en Peñaranda de Bracamonte, al lado de sus compañeros en pasadas luchas electorales. Allí le sorprende la proclamación de la II República y agita fervorosamente por las calles la bandera tricolor. ...
1931
[...]El día 15 de abril, "La Gaceta" publica la lista del gobierno provisional. Entre los ministros se encuentra Alvaro de Albornoz, Marcelino Domingo e Indalecio Prieto, todos ellos amigos -especialmente el último- de Sánchez Rojas. Su regreso a la capital ha de ser, pues, esperanzado.   

[25 abril 1931]
Según explica en carta a su madre, fechada todavía en Peñaranda el día  25, le han ofrecido un gobierno civil pero lo ha rechazado:  "Quiero una cosa fija, sueldo seguro y llevarme a usted"

9-8-1927 -'EL PUEBLO'
https://dl.dropboxusercontent.com/u/848435/jose_sanchez_rojas/El_Pueblo/Enunlugarleones.pdf

Continuará


TEMAS DE VACACIÓN

"Estoy pasando estos días del mes de Agosto en un pueblecito o lugar de las montañas de León, que apenas tiene relación alguna con el mundo exterior que le rodea. Este lugarcete, a muy cerca de dos mil metros sobre el nivel del mar, está suspendido sobre los montes y encima de las nubes y separado de las aldeas circunvecinas por un hatajo de hoz que le hace casi de todo punto inaccesible para los que no tengan la agilidad de las cabras o de los revecos. Rara vez deja ver sus rayos el padre Sol por estas latitudes; lo frecuente es ver envuelto al pueblecillo en una densa y tupida niebla azul, que se trueca en gris y parda durante el anochecer. Y el silencio se rompe a todas horas por el tintineo de las esquilas de las vacas que van a los campos o regresan de ellos y por el tañido de la campana de la iglesia, que recuerda a todas horas a los vecinos sus deberes para con el Concejo y la comunidad.
Porque no hay Ayuntamiento en el lugar de Millaró de Rodiezmo, sino Concejo, Concejo abierto a la vieja usanza leonesa, que suele celebrarse cuando no hay labores apremiantes, en la escuela si llueve, o en cualquier "campa" soleada y aireada si luce el sol o simplemente si la niebla no aprieta demasiado.
En estos concejos pesa más el parecer de las hembras que el de los varones, menores en calidad y hasta en peso. Casi todas las deliberaciones se refieren al aprovechamiento de los prados y a la aportación personal de las distintas cargas concejiles: arreglo de la hoz, de los pasos y servidumbres. Después de las misas domingueras, suele abrirse el Concejo, previo tañido de la campana; dirígelo el presidente de la junta vecinal, con dos vecinos más, vocales, que forman tribunal a su lado. Y los lugareños todos, sin distinción de edad ni de sexo, aportan al Concejo su experiencia personal, que es oída y valorada en todas sus facetas.
El Concejo con sus incidencias, y los prados, y, ante todo y sobre todo, las vacas: he aquí las preocupaciones únicas y exclusivas de mi lugar. Sobre todo las vacas. Las vacas dan de comer al vecindario y son el único medio de vida de sus moradores. De ellas extraen la manteca que se vende a buen precio en los mercados de Asturias. De ellas, de las vacas, salen, purísima y tibia, la leche que les nutre; y los "jatos" que se venden por centenar y medio de pesetas apenas se les separa de la teta maternal, son otra de las rentas anuales de las vacas. Apenas si vale más de cinco duros el pasto de estos animalitos. Con los prados del lugar pueden sostenerse algo más de cien vacas. El valor de ellas oscila en estos mercados, de quinientas a seiscientas pesetas cabeza. Y como pueden figurarse que dan cuadruplicado su valor al cabo del año, el negocio resulta sencillamente enorme para el rústico, que vive de su vaca y para ella, guardándola ternurás, y celos y cuidados, de los que se guarda muy bien de prodigar en el comercio con sus semejantes.
Estos montañeses de León, ladino, herméticos, de tantas vueltas, recovecos y zig zag en su carácter como en sus hoces de serranía, son en realidad; un pueblo nómada, que solamente se asienta en el lugar durante los meses de calor. Con el otoño, estos lugareños marchan a las Extremaduras, de las que vuelven por los calores de San Pedro. Solamente las mujeres invernan en Millaró. Durante el invierno, la nieve suspende toda vida de relación. Las vacas encerradas en las "tenas", consumen las forcadas que han ido almacenándose en los establos y pesebres, quedando así asegurada la producción de la manteca.
Y es curioso el escepticismo de estos ganaderos trashumantes y su despego por todo lo que supone riqueza y bienestar. Son españoles porque han nacido en España, pero bien puede asegurarse que hasta ellos no llega ni la migaja más insignificante del Erario público. A fuerza de paciencia, de dinero y de trabajo, ellos han abierto el único sendero que comunica con Villanueva, un lugarcejo que hay entre Busdongo y Villamanín, a la vera de la carretera de Adenero a Gijón. Ellos, sin acudir al Estado, han levantado la escuela pública. Ellos, sin molestar al ordinario, consiguen que se sostenga en pie la rústica ermitilla del lugar. Y que no se les hable de nada que no sean pastos, ni vacas, ni leche, ni manteca. No comprenden, ni sienten, ni viven más que para su Concejo y para su lugar.
En estas montañas de León, de donde como sabéis, era oriundo aquel famoso cautivo de Argel,
que Cervantes hace caminar por los mesones y ventorros de la Mancha, en compañía de aquella hermosísima Zoraida, enamorada de Lela Marien, la virgen de los nazarenos y de los cristianos, en estas montañas de León, ni suena el pito del tren, ni alarma la bocina del automóvil, ni nos perturba la digestión la lectura de una nota oficiosa. Con el Concejo abierto como en el siglo XIII, como en plena Edad Media, toda la vida es enteramente Medioeval . ¡Gracias, tal vez, a las vacas!"

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS

(1) Pilarín, hermana de José Sánchez Rojas
(2) Doña Romana, madre de José Sánchez Rojas

A modo de comentario

Hace unos días encontré que Rosa, del Blog 'Un paraíso en la montaña', hablaba de Villamanín, pueblo al que José Sánchez Rojas citaba en sus escritos.
En el mes de agosto de 1927, en EL PUEBLO, aparecía publicado el artículo,
 que recoge Gerardo Nieto en su Blog Entre el Tormes y Butarque, y es el que he transcrito.
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Enlazo dos bonitas y conocidas canciones, agradeciendo -como siempre-
el poder disfrutarlas en YouTube.

                                                           'Segador, que estás segando'
Canto tradicional de Valdeteja (León, España).
Transcripción de Ángel Fierro y Miguel Manzano.
Armonización y arreglo de Jesús Ángel Rodríguez Recio.
Grabado en Lugueros, el 11 de agosto de 2007 por Pablo Vega.
Intérpretes:
Jaime Palomero - Dirección musical
Ana Castillo - Soprano
David de la Varga - Violín primero
Paola Gran - Violín segundo
Jaime Puerta - Violoncello
Carlos Blanco - Triángulo-

'Ay, qué montañas tan altas'

Canto tradicional del alto Curueño (León, España).
Armonización y arreglo de Jesús Ángel Rodríguez Recio.
Grabado en Lugueros, el 11 de agosto de 2007 por Pablo Vega.
Intérpretes:
Jaime Palomero - Dirección musical
Coros "Flor del Viento" (Cármenes) y "Vegazana" (León).
David de la Varga - Violín primero
Paola Gran - Violín segundo
Jaime Puerta - Violoncello
Carlos Blanco - Tambor y pandereta.
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