12/06/2015

JOSÉ SÁNCHEZ ROJAS - EL TIBIDABO-CASTILLA

Algunos de los libros que he conseguido de José Sánchez Rojas


Prólogo de D. Miguel de Unamuno-
  • Breviario de estética (1912).B. Croce traducción de José Sánchez Rojas
  • La Política clerical y la democracia - R. Murri (traducción de José Sánchez Rojas)
Fotografía de un atardecer, desde mi ventana. El Tibidabo, en el reflejo del sol.
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"Mientras desciendo en el funicular del  Tibidabo y cabrillean, allá abajo, lamiendo los pies de la montaña las luces de la gran ciudad, durante este anochecer triste, empapado en niebla; mientras Barcelona parece un paisaje de ensueño, sin contornos, sin líneas definidas y concretas, luz toda ella, niebla toda ella, envuelta en una extraña gasa gris, parda, de color indefinible y desteñida; mientras desciendo en el funicular del Tibidabo, pienso un momento en mi Castilla y en la niebla de mi Castilla.
Exactamente, á estas horas, las cinco y media de la tarde, rueda la diligencia de Salamanca con dirección á mi pueblo. 
Acaso no ha salido todavía de Calvarrasa, que el mayoral yanta á todas horas en los figones, posadas, ventorrillos y colmados del tránsito; acaso rueda ya la diligencia, rebotando sobre el guijo helado de la carretera, por el altozano de los Perales. El mayoral canta, fustiga, espolea los caballejos, se mueve como si tuviera hormiguillo dentro del cuerpo, echa mano de un frasco milagroso que le anima, torna al canto gutural y solemne 
levántate, morenita
levántate, resalada
arrastrando las notas horriblemente con su voz aguardientosa. La alfombra de la calzada, blanca de nieve, tiene ya los surcos negros de las rodajas de los carros.
La fuente de Santa Teresa, solitaria, sigue manando su hilillo de agua tristemente. Sombras de monstruos horrendos parecen los alcornoques del monte que se extiende á ambos lados de la carretera. En un repecho se alza un puebluco, Terradillos. Un gañán, jinete caballero, se cruza con la diligencia y saluda las buenas noches. Lleva sobre los hombros la anguarina; en la cabeza un chambergo digno de Cembraudtf; el mayoral, que no lleva prisa, que no lleva nunca prisa, le pregunta con calma. Viene de Alba de un embargo el tío Pedro de Martinamor, y sin perder un minuto vuelve á la capital en busca de un acreedor; tiene confianza de llegar pronto, que es el jamelgo listo y avisado.
Amigos míos: en el rincón de mi Castilla, estas noches de niebla, cuando el viento gimotea tristemente y caen los copos de nieve blanqueando los árboles añosos, vereis de noche un gañán pasar por la calzada. Sus penas le llevan por tales vericuetos á tales horas. No le pregunteis; respetar su aire triste de gran señor; un monarca desterrado parece el tío Pedro de Martinamor. Acepta el vinillo del mayoral; dice todavía con resignación: "¡lo que es la vida!"; pónese de nuevo la diligencia en marcha, pesadamente como un beodo en el sopor de su inconciencia; piérdese la silueta airosa del gañán, á lo lejos, en la boca negra y recta de la vía.
Miremos la diligencia, el interior de la diligencia. Como es de noche y no se cumplen las ordenanzas en las diligencias de mi Castilla, apenas vereis sino bultos.
Un hablar cantarino, claro, transparente, mimoso, rico en flexiones de una mujer.
Una voz grave, profunda, llena, de un hombre; yo, que conozco esa voz, puedo afirmar que es la de un clérigo. Los demás callan. Apenas si asienten, si intervienen en el diálogo más que con un si ó no, breve y cortado, seco. La voz del clérigo concluye un periodo:
-La cosecha ha sido mala. Gracias á que ahora llueve. Al tío Juan le echó el amo de la dehesa. Ya lleva cinco visitas el escribano al pueblo en ocho días. Mal año de cosecha, buen año de curia.
Una voz de vieja exclama:
-¡Ay, Señor, Señor!
Se torna el silencio difícil, embarazoso. Sigue nevando.
Se defiende el cuerpo gracias á unos braserillos asentados sobre la paja del mullido de la diligencia- Una sombra negra, unas luces débiles, mortecinas, el brusco murmurar del Tormes denuncian la presencia de Alba.
Y dice la vocecita clara:
-¡Ya llegamos! ¡Qué gusto!
Torna á detenerse la diligencia frente á un ventorrillo.
El caminero dice que se camine despacio; está la carretera llena de baches. Un jamelgo escuálido, que ha de morir miserablemente de una cornada, al año que viene, en las corridas de Septiembre, resbala sobre el hielo, cayéndose. Pero se repone presto. El mayoral reanima al caballejo con una tonada alegre: 

Levántate, lucero 

Ahora no camina, sino que se tambalea el pesado armatoste de la diligencia. Tocan á la oración las campanas de la iglesia de San Pedro. El clérigo se descubre:

-Angelus domini nunciavit María.

"El angel del Señor anunció a María". Todos rezan su oración, hasta un hojalatero del comité republicano que apenas ha hablado durante la caminata, porque todo se lo ha dicho el curita. Ya se descubren las luces mortecinas, moribundas, de la Puerta del Río; brillan entre la nieve, como si también fueran copos, las piedras blancas de la Basílica. Se va disipando la niebla. Rueda sobre el puente la diligencia. Pasa una aldeana sobre un borrico. Silba estrepitosa, escandalosamente el mayoral: 
-¡Iiiiii! 
Detiénese, párase en seco la diligencia. Una vieja, la señora Sebastiana, recoge los bollos de leche; una resma de periódicos recoge un chiquillo y apenas se ha separado dos metros de la diligencia, comienza á vocear: ¡"EL ADELANTO!¡EL ADELANTOOO"!
Bajan del coche los viajeros llenos de paquetes y de bultos. Sobre el balandrán lleva el clérigo la capa y sobre la capa una bufanda. Un municipal seco, alto y espigado como don Quijote, curiosea la llegada de los seis viajeros.
El clérigo sube al pueblo con Pepita, la chiquilla del hablar cantarino, transparente, mimoso y rico en flexiones. Unos chicuelos han dado un cantazo á un perro, que pasa aúllando, junto á ellos. En la plaza de los Carmelitas, se oye el órgano que llora las tristezas de David. Una voz de bajo dice amargamente:

(Y en pecado me concibió mi madre). El clérigo tiembla, sin saber por qué. Pepita se detiene con unas amigas que tornan de la novena y cuenta las novedades de Salamanca; vio en el Corrillo á Luisa con su marido; han puesto una tienda muy bonita en la plaza; allí son más baratos los turrones; Rodríguez -el estudiante- se ha echado otra novia. ¡Cuando lo sepa Juanito!. 
El clérigo se despide. En la plaza, los cuatro solterones de siempre pasean á pasos rápidos por los portales de arriba; salen los mismos señores graves, discretos y juiciosos de la botica de todas las noches...

***
Amigo lector: 
Mientras desciendo en el funicular del Tibidabo y contemplo á mis pies, en visión de ensueño,
 las luces de la gran ciudad, me es dulce evocar en horas apretadas de alegría, otras luces lejanas de mi Castilla, que yo llevo dentro, muy dentro de mi espíritu. "
Barcelona, Enero 1913 



Fotografía: AUDOUARD

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A modo de explicación

Desde mi ventana veo el Tibidabo. El Templo Expiatorio del Sagrado Corazón queda centrado, justamente entre dos hileras de pisos altos. 
En invierno, se aprecia mejor que durante el resto del año, pues hay unos árboles, que cuando están llenos de hojas me quitan bastante visión.
Hoy había niebla, y estaba tapado. Leía este precioso artículo de José Sánchez Rojas,
Título:  EL TIBIDABO-CASTILLA
en EL ADELANTO DE SALAMANCA, del 16 de enero 1913
y he querido compartirlo, transcribiendo el texto completo,  
que he obtenido en el Blog ENTRE EL TORMES Y BUTARQUE
de
 Gerardo Nieto Arias,

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Levántate morenita
Canción tradicional 
interpreta: Manantial Folk
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