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DIVAGACIÓN SENTIMENTAL
31-3-1911
“El cronista
no quiere hoy buscar como tema para sus habituales comentarios, la manoseada política, pero en cambio ha
perdido ó le han perdido unos pañuelos, hecho histórico que para su vida íntima
tiene tanta importancia como los discursos de Soriano ó Melquiades, para la
historia de las cortes actuales. Vosotros conocéis seguramente á las lavanderas.
Las lavanderas de Madrid visten á sus hijos, á sus viejos, á sus maridos, á sus
amantes, con las prendas íntimas de los clientes. Un día desaparecen unos
calzoncillos; otro, unos calcetines; mañana, unas enaguas; todos los días puños,
cuellos, pañuelos, camisetas de punto. Hasta los más descuidados llegamos á
notar la falta de tales aminículos. Y benévolos con los escamoteos, seguimos
surtiendo á nuestras lavanderas de prendas de vestir.
Entre todas
estas prendas anónimas, el cronista conservaba seis pañuelos sentimentales,
bordados por una mano querida, con amor y diligencia. Apenas si se atrevía con
ellos á sonarse las narices. Todos eran distintos y todos bellos, con la
belleza que da un recuerdo roto, un deseo insatisfecho, una ilusión fallida. El
cronista, huésped en todas las cosas, en el amor sobre todo, amaba sus
pañuelos, que ostentaba orgulloso como el único salvamento de su naufragio.
Pues bien; de esos seis pañuelos, cuatro no han vuelto á sus manos.
Se
entrevistó con la lavandera, rogándola encarecidamente que procurase su
captura. La señora lavandera habló de su honra y de su dignidad en términos
tales, que el cronista, al no preguntar por esas prendas sino por las otras,
dudó para sus adentros que todo eso formase el patrimonio moral de la astuta
mujer.
Perdido el
pleito, encastillada la lavandera en una honra absurda, y el cronista en su
candidez de pensar en recuperar lo perdido, soportó, para final de sainete,
entre una serie de tacos –los tacos de las lavanderas de Madrid- los consejos
que siempre da la experiencia madura á la juventud alocada.
-Lo que
pasa, señorito, es que esos pingos, ¡ya me entiende usté! les quitan los
pañuelos de los bolsillos pa hacer colección. Y luego ¡velay! pagamos los
probes.
En aquel
momento histórico, era absolutamente absurdo el asero de la lavandera. Además
es analfabeta la buena mujer. De conjetura en conjetura, no de otra suerte que
los historiadores recomponen los acontecimientos pretéritos, he llegado á
sospechar que, acaso, la buena mujer ha sido víctima de sus compañeras, las alfabetas,
que buenamente la despojaron de mis pañuelos, que habrán ido á parar al bolso
de algún tocayo de tufos y gorrilla, pañuelo rojo anudado al cuello, pantalón
ancho y chaqueta ceñida, que leerá el Cuento semanal, de los amores de Vicente Pastor y que admirará á Carmen Andrés,
con los dineros de su morganática ó legítima, la lavandera ladrona.
Y mientras
escribo estos comentarios, harto de escribir todos los días de los señores
políticos y de sus discursos hechos á parche y á tamboril, sobre todo á parche,
advierto que alguno de esos espíritus superficiales que se toman la molestia de
leerme, dirá para su capote que á él no le importa la divagación sentimental
del cronista. A mí tampoco me importan otras mil cosas de las que tengo que
reirme para ocultar con ese disfraz una lágrima resbalona y tímida. Más que el
proceso Ferrer, más que Cobián se marche ó no se marche, me importaban a mi
esos pañuelos, que se han perdido para siempre y que no tornaré a ver nunca. “
Madrid,
Marzo 1911
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A modo de comentario
Cuando leí el capítulo de 'Los Pazos de Ulloa', con el capítulo del bueno de Julián revisando su ropa planchada, recordé un artículo de José Sánchez Rojas, que hacía poco me había hecho mucha gracia, y admirado su estilo y contenido.(*)
Ya casi no se entenderá la importancia de los pañuelos hasta no hace muchos años;
pues, en la actualidad, han sido retirados con el uso mundial de los de papel.
Y pensé, por ejemplo en Scarlett O'Hara, y el ofrecimiento oportuno de Rhett Butler. Y en las letras que se bordaban con esmero para los regalos del padre, del marido, del novio o de los hijos.
En fin. Que he querido hacer esta entrada, después de leer el resumen
de pancho,
del Blog 'El cuento que no es cuento',
y como el escritor albense, un apoyo al trabajo de las lavanderas y planchadoras.
y como el escritor albense, un apoyo al trabajo de las lavanderas y planchadoras.
Vaya con los calcetines desemparejados y los pañuelos desaparecidos.Dan para escribir un artículo bien divertido. Sanchez Rojas puede ser muy culto en su escritura o usar las expresiones más castizas. ¡Velay! Qué expresión más de por aquí. Cada vez se oye menos.
ResponderEliminarLas Fuentes Blancas las cita también Esquivias en el primer cuento de su libro nuevo.
Un abrazo y gracias por acordarte del portalillo propio.
Buenas noches, pancho:
ResponderEliminarNo conocía ‘velay’. Lo miré en el diccionario, y vi que era correcto. Pensé que podía tratarse de algún error, pues hay algún otro, que he procurado copiar según viene en el texto.
Seguiré el libro de mi paisano Esquivias, por las entradas de la lectura colectiva que hagáis.
Te dejo un fado .
Un abrazo.
Yo me he emocionado también. Besos.
ResponderEliminarBuenas noches, Amapola Azzul:
ResponderEliminarEs que eres sensible.
Enlazo la canción de ‘Lavanderas de Portugal’ interpretada por Marisol.
Un abrazo